martes, 23 de abril de 2013

Historias de Londres, Enric González

Los libros de viajes forman, en sí mismos, un universo literario con sus normas y virtudes. A mí siempre me han gustado, al igual que las guías o reportajes sobre tal o cual ciudad. Una ciudad es un universo en sí mismo, una realidad diferente y paralela a nuestra realidad cotidiana. Una ciudad es una dimensión de seres, arquitecturas, costumbres, olores e imágenes, que la hacen única e intransferible. 

Las guías suelen hablarnos de rutas que debemos seguir para conocer la ciudad en cuestión: uno, dos o tres días, tantas catedrales, tantas iglesias, tantos museos. Es como una visita guiada por el ultramundo desconocido de esa dimensión de la que hablaba. A mí me gustan los espacios, las gentes y los olores, me gustan los cafés y las luces, me gusta ver pasar a la gente y leer el periódico dejándome penetrar por la esencia de la ciudad que visito. El otro día tenía que ir al centro de una ciudad amurallada. Después de casi veinte años conociendo, trabajando y asistiendo a esa ciudad, me di cuenta que no sabía ir, es más, me daba absolutamente igual no saber ir. El castillo se eleva sobre una colina y el mar lo domina todo, lo he mirado cientos de veces, he gozado con sus contrastes de luz y color, pero nunca se me ha ocurrido desperdiciar una maravillosa mañana e ir a visitar las paredes muertas, restauradas, falsas, que no me dicen nada de esa ciudad.
Por todo lo que os cuento prefiero los libros de viajes, los libros en que el autor me cuenta lo que yo os acabo de contar, en el que me dice qué ha sentido, cuál es su perspectiva, qué siente, dónde prefiere ir, dónde va, qué hace. Enric nos hace una descripción de su Londres, y me doy cuenta que coincido en el tono del libro: las sensaciones que yo sentí viajando en autobús de línea, en el metro, son exactamente las mismas que él nos describe. Para Enric Londres es una experiencia vital, un anecdotario absolutamente particular. El libro aúna su historia, la de la ciudad, su historia, la de Enric, y un catálogo de barrios, rumores y circunstancias, que nos hacen sentirnos cerca, muy cerca.
La virtud de los libros de viajes es esta, que el lector siente el espacio descrito como suyo, y entiende que el escritor quiere acercarlo a una experiencia, es en este punto en el que nos encontramos con la literatura: es el lector el que determina cuáles son las sensaciones que quiere sentir, y es el escritor el que trasforma la realidad, recreándola y modificándola con su ingenio.
Libro muy recomendable, lo tenemos en RBA libros, y aquí os dejo la sinopsis:
Historias de Londres es una fascinante sucesión de crónicas del que fuera corresponsal del El País en la capital de Gran Bretaña. Una auténtica declaración de amor pudorosamente envuelta en ironía y humor donde el periodismo se convierte en herramienta para retratar a los personajes, las costumbres y los lugares de la City. "Londres no teme a los cambios, ni teme a los extranjeros, ni teme perder una identidad determinada. Es de una indiferencia majestuosa"...

2 comentarios:

  1. Hacía tiempo que no tenía una tarde medio libre como esta. Me la dedico, un poco. Cocino, me relaja, las esperas del horno no me importan, me gusta asomarme a la ventanita iluminada y ver como crece mi repostería, es un triunfo, fácil, agradable.
    Hago memoria de lo leído últimamente, creo que aún sigo noqueada ¿se dice así? por "Sábado" de Ian Mc Ewan, me apetece regalarlo muchas veces, si solo lo recomiendas a veces no te hacen caso.
    Termino "Cien años de soledad" lo tenía pendiente. No lo he rumiado todavía, quiero tomar algunas notas, leer cosas de gente que sabe y comprende mucho más que yo cuando lee, no sé, tomármelo como estudio.
    El viernes pasé por la librería de mi barrio y me llevé dos de bolsillo (la letra era razonablemente grande y el precio razonablemente pequeño) así que pensé que la Clínica Baviera ya se encargará de mis cataratas en unos años y lo que me he ahorrado en libros de edición lujo me lo gastaré en el oculista, coño, tengo que revisar mi plan de ahorro.
    Un momento, el bizcocho........vuelvo, quedó perfecto.
    Pues eso, me llevé "Tú serás mi cuchillo" de David Grossman(ya he dicho cientos de veces lo que me gusta ¿verdad?) y algo de Javier Marías que no sé porque suelo leer cosas de este hombre que en ocasiones me gusta a la vez que se me hace ladrillo.
    El viernes, creo que me entró un poco la neura del Día del libro, yo, que no celebro ni el día de la madre, ni el de la República y me adelanté pagando seguramente un 5 o un 10 % más(veis, otra vez mi plan de ahorro al garete)
    La verdad es que me alegro de haberme adelantado. Ayer, mi compañero de piso, en una exculpación acusatoria( perdonarme, no ando muy fina hoy con el diccionario, ayer escribí una carta de esas en las que te dejas hasta la bilis y debe ser que me he quedado escurrida) me dijo que a mí no tenía sentido regalarme libros, que ya me compraba yo demasiados. Ale, pues eso. Yo a lo mío que es hacer bizcochos para que se los coman otros y tan contenta porque cuando quiero un libro, ya voy y me lo compro.

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  2. Marías no es un autor de mi devoción, como he dicho en alguna ocasión, es un autor de culto, sí, pero hay algo en él que no me engancha.
    David Grossman, sí, mejor, Laura, me gusta más.
    Y McEwan peca de cierto intelectualismo, si eso es pecar claro, que me molesta, pero me fascinó su Solar, como dejé patente en el blog.
    Yo también concino, pero ya no compro llbros, he perdido la fuerza de una tarde en una librería viendo novedades, me conformo con lo que tengo por leer, varios centenares de libros acumulados y que esperan su turno, como soldados, cuando sean leídos, serán sacrificados en el olvido. ¿He dicho alguna vez que no me gustan los museos?¿Qué no me gustan las librerías que acumulan polvo? No tengo ese ansia humana por acumular, ni me siento especialmente poderoso por ver estanterías llenas de libros que no miro desde hace años. Me gusta el libro vivo, el recuerdo de las realidades literarias en mi cuerpo.
    Gracias por tu entrada, y por tu bizcocho.

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