martes, 8 de enero de 2013

Mil soles espléndidos, Hosseini, Khaled

SalamandraEstamos poco familiarizados con la literatura oriental, tal vez algo más dispuestos con la japonesa y, esto es subjetivo, empezamos a interesarnos por la china. Pero si hablamos de literatura afgana, en fin, veo difícil que recitemos las listas de los grandes autores de este país. A mí me queda la duda de si realmente estoy hablando de literatura afgana o, en realidad, lo hago de norteamericana, ya que el autor es un refugiado de dicho país, así que si tenemos en cuenta que Estados Unidos no deja de ser un país de acogida, pues estaríamos hablando de literatura norteamericana.

El libro, de impecable factura, bucea en todos y cada uno de los sentimientos humanos que motivan la compasión: la injusticia absoluta hacia la mujer, la falta de libertad, la muerte de los seres amados de manera injusta, las situaciones arbitrarias que llevan al conflicto en la trama. Todas estas situaciones son mostradas de manera muy profesional, con un orden riguroso que hace que la lectura sea cómoda y rápida. Su valor dramático es incuestionable, al igual que la trama que describe: las sistuaciones de absoluta indefensión de las mujeres en el Afganistán talibán, o el hambre y desesperación de todo un pueblo herido por la guerra perpetua. Así pues podríamos decir que la trama es lo que da peso a la novela, y que lo contado posee todos los ingredientes para suscitar el interés del lector, pero literariamente, creo, hablamos de otra cosa.
No digo que no me haya gustado, para nada, pero mi interés ha sido más humano que literario. Si bien la escritura es correcta, e incluso con pasajes de gran belleza, el libro trabaja en los estándares del best seller: la emoción, la acción, y el sentimentalismo. No digo que no sea legítimo, digo que no sé si es un hecho puramente literario. El autor se centra mucho más en la dinámica de la acción que en el propio hecho de la escritura, y eso se nota en el peso de la palabra, en lo que quiere contar, que se resiente dando máxima importancia a los devenires de los personajes. No digo que esto no sea literatura, ya sabéis lo que pienso sobre el tema de la literatura de consumo, digo que el autor podría haber hecho un mayor esfuerzo por dotar a la obra de peso literario. 
En realidad cualquier trama es susceptible de ser literatura, desde la trivialidad de un hombre soñando en una cama, hasta las aventuras de tres mosqueteros, el carácter literario, o el peso de la escritura, lo da no sólo el talento del escritor, que es obvio que sí, sino también el toque artístico, que viene determinado, primero, por la intención del propio autor, segundo, por la propia escritura, tercero, por la impresión que el lector tiene de lo leído. Si atiendo a lo expuesto, mi impresión ha sido que he leído una obra de entretenimiento. Yo, particularmente, no me he conmovido, ni llorado, ni devorado el libro, simplemente he sentido un legítimo interés humano por lo contado, pero no por cómo era contado, y aquí es donde se encuentra esa sutil diferencia que existe entre la literatura y la literatura de consumo.
En fin, el libro lo tenemos en Salamandra, que suele atinar con las obras que publica, y creo que tiene un gran interés humano, se lee con facilidad, y lo podéis encontrar en cualquier biblioteca pública. Aquí os dejo la sinopsis:

Superando con creces el rotundo éxito de Cometas en el cielo —más de seis millones de ejemplares vendidos en treinta idiomas— la segunda novela de Khaled Hosseini saltó de inmediato al primer puesto en todos los países donde se ha publicado. Nueva demostración del asombroso instinto de gran narrador de que goza el autor, el libro cuenta la conmovedora historia de amistad entre dos mujeres afganas de orígenes muy dispares, cuyos destinos se entrelazan por obra del azar y de las convulsiones que ha sufrido Afganistán en los últimos treinta años.

Hija ilegítima de un rico hombre de negocios, Mariam se cría con su madre en una modesta vivienda a las afueras de Herat. A los quince años, su vida cambia drásticamente cuando su padre la envía a Kabul a casarse con Rashid, un hosco zapatero treinta años mayor que ella. Casi dos décadas más tarde, Rashid encuentra en las calles de Kabul a Laila, una joven de quince años sin hogar. Cuando el zapatero le ofrece cobijo en su casa, que deberá compartir con Mariam, entre las dos mujeres se inicia una relación que acabará siendo tan profunda como la de dos hermanas, tan fuerte como la de madre e hija. Pese a la diferencia de edad y las distintas experiencias que la vida les ha deparado,la necesidad de afrontar las terribles circunstancias que las rodean —tanto de puertas adentro como en la calle, donde la violencia política asola el país—, hará que Mariam y Laila vayan forjando un vínculo indestructible que les otorgará la fuerza necesaria para superar el miedo y dar cabida a la esperanza.

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