sábado, 8 de septiembre de 2012

El coloso de Marusi, The Colossus of Maroussi Henry Miller

Henry Miller. Para mí palabras mayores, literatura con mayúsculas, excelencia léxica, imaginación, transformación dela realidad. Llegué a él muy joven, gracias a Vicente. Pronto me di cuenta de que la biblioteca de mis padres tenía los Trópicos, así que me enfrasqué en una lectura que me ha acompañado más de veinte años.
Henry Miller es básicamente un autor vitalista, un autor comprometido consigo mismo, con su lucha personal contra su yo. Su literatura se desliza entre la autobiografía y el surrealismo, los sueños, las imágenes oníricas o el más crudo realismo. Sus obras son parte de nuestros clásicos, los trópicos, Primavera Negra, Sexus, Nexus, Plexus, Opus pistorum, son obras que se deslizan en mi mente y me dicen el camino exacto que debe tomar la escritura. Miller es un autor que se encuentra con las vanguardias literarias y artísticas, también es pintor, en su bohemia parisiense, por lo tanto la lectura de sus obras requiere consistencia por parte del lector, madurez crítica y formación literaria. Sin embargo nunca me había dicho qué era la vida.
El Coloso de Marusi es la descripción de su viaje a la isla de Corfú para ver a su amigo Durrell, es su vivencia del año que pasará en Grecia, de las amistades que hará y de la revelación de su propia vida. Todas las otras novelas de Miller destilan la amargura de vivir, la sordidez de lo cotidiano. Miller nos cuenta sus experiencias vitales básicamente en París y Nueva York, sus no trabajos, sus no relaciones sentimentales, sus experiencias sexuales, su extraordinario egoísmo. Pero aquí, aquí todo cambia, aquí nos cuenta cómo para él Grecia es el  encuentro con el yo, con la vida misma, con la experiencia misma de vivir. Es tal su necesidad de decirnos que está vivo, que ha encontrado la fuente de la eterna juventud, que su literatura se convierte en brillante, su léxico en faro, su sintaxis en determinación. Miller nos trasmite las ganas de ser, de visitar las ruinas que no dicen nada pero que encierran la esencia misma de lo humano. Sus visiones, sus viajes por la península y por las islas, sus largas conversaciones con griegos de toda índole, su desprecio a los turistas ingleses, su escepticismo sobre el destino moral de América de la doctrina Monroe, su firme convencimiento de que la vida está para vivirla desde el yo, nos llevan a una literatura del conocimiento, de la esencia misma del ser. 
Me ha recordado tantas veces el viaje que hice en solitario a Grecia a los dieciocho años, que mi disfrute es absolutamente subconsciente. Yo también me descubrí en la inmensidad de Sunion, o en la fortaleza de Epidauro, o en la Acrópolis; me descubrí en las conversaciones con un empresario valenciano, con una soldado israelí de vacaciones, o de una griega en un discoteca. Grecia fue iniciática, fue surrealista, fue experiencia. Cada línea de este libro me devuelve a mi determinación por ser alguien diferente, especial, por separarme del esnobismo literario de la facultad de filología, o de la crítica feroz y egocéntrica de los círculos literarios. Grecia fue para mí mi paso a la edad adulta, al yo que ahora a veces no reconozco, al yo que quise ser y que tomé la determinación de llevar a cabo. Luego la vida me dio la vuelta, me cambió, me cambié, me fui, volví, me reencontré gracias al psicoanálisis, pero en mi corazón queda la emoción intacta de mis lágrimas en el cabo Sunion viendo el atardecer, mientras desconocía el alcance de lo que hacía. Grecia es fea, pero su recuerdo es hermosísimo.
Cuando Miller vuelve a EEUU al principio de la segunda guerra mundial, repatriado, es cuando escribe el libro y el epílogo. En este hay una reflexión que me ha hecho pensar mucho. Cuando la gente le pregunta por su experiencia griega, el autor les habla de lo que os he dicho, y sus interlocutores manifiestan el deseo de ir, y a un tiempo, la imposibilidad de hacerlo, y Miller concluye diciendo que lo que no hacemos, no lo hacemos porque no queremos. En un principio me sorprendí cuando la afirmación no se iba de mi cabeza, y me di cuenta de que su implicación contraria era todavía más importante, en realidad hacemos lo que queremos, aunque nos escudemos en lo que querríamos hacer. La honradez vital es tan fundamenal como las acciones que se deriven de nuestras decisiones, pero escudarnos en los demás, o en las circunstancias para la inacción solo quiere decir que lo que realmente estamos haciendo es lo que queremos hacer, y eso no me lo puedo quitar de la cabeza.
Libro extraordinario, el más emocionante que he leído de Miller, de uno de mis autores de cabecera. He llegado a comprar ediciones de Miller en librerías de lance argentinas y mexicanas por internet ante la imposibilidad de encontrarlo en España. Un clásico, una lectura recomendable, una experiencia vital.
Aunque dicen que el libro se puede encontrar en Seix Barral, yo no lo he visto en su catálogo. Me imagino que tendréis que recurrir a una biblioteca o a internet.
Aquí os dejo un resumen de la web entrelectores:

Resultado del viaje que Henry Miller realizó a Grecia, donde aprovechó para visitar a uno de sus más grandes amigos, el también fenomenal escritor Lawrence Durrell. Siempre con ése espíritu de participar de las oportunidades que le brindaba la vida, el autor nunca se quedaba como mero espectador de lo que pasaba a su alrededor y eso hace que su obra sea sumamente emotiva y con una fuerza vital y un estilo directo que hace que la lectura de ésta sea, sencillamente, apasionante. Debido a su carácter y a sus ganas de conocer, el autor, norteamericano a su pesar, pudo relacionarse con mucha gente a lo largo de dicho viaje y a la que describe, al igual que los sitios que visitó, con esa subjetividad que él convirtió en su propio estilo. Sorprende, en este libro, la ausencia de contenido erótico que encontramos en sus obras más conocidas y que lo llevaron a ser un personaje polémico. Aunque quizás no sea su libro más característico, si que es uno de los libros más adecuados para disfrutar de la lectura de este autor que tiene tantos admiradores como detractores pero que a nadie puede dejar indiferente. Ésta siempre fue, en mi opinión, la intención de Henry Miller.

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